J.W. Anderson, Simone Rocha, Erdem y Roksanda en la Semana de la Moda de Londres
El domingo es siempre el día más movido de la Semana de la Moda de Londres, con los desfiles de las cuatro casas de moda indie más aclamadas por la crítica en el Reino Unido en la actualidad: J.W. Anderson, Simone Rocha, Erdem y Roksanda.
J.W. Anderson: trampantojos y trance
J.W. Anderson mantuvo un enfoque muy ajustado. Solo vimos cuatro tejidos, formas repetitivas y música en modo trance en todo momento, pero el desfile combinaba una gran riqueza de ideas.
Fue una soleada mañana de domingo. El público abarrotaba el Old Billingsgate Market, encaramado a cajas cúbicas blancas, y la galería superior estaba hasta arriba de personas de pie.
La colección estaba compuesta de prendas de piel, cachemira, seda y lentejuelas, en un desfile que comenzó fuerte con vestidos de cóctel muy ceñidos y muy mini, elaborados con lentejuelas a modo de trampantojo, uno de ellos en forma de sudadera con cuerdas y otro imitando denim con un falso bolsillo de parche.
"Usar el mismo material en diferentes looks para que parezca algo completamente distinto... Punto, tela vaquera o tejidos. Femenino, pero con dureza. Un look incomprimible con una silueta muy ajustada. Reducir la mente a tan solo cuatro materiales fue un ejercicio interesante", explicaba Anderson tras el desfile.
El show se celebró justo al lado de la Torre de Londres, y Anderson también exhibió vestidos de seda acampanados y con volumen, que recordaban a los llamados "beefeaters" y a las cortesanas de la época Tudor. Después dio rienda suelta a su gran idea: el alocado tutú de cuero. Tutús cortados tan arriba que casi se veía la entrepierna por debajo. Elaborados con rígida piel de becerro, a veces en forma de vestido combinado con chaleco de piel; y otras veces con jerséis de cachemira.
Sin embargo, la idea más llamativa fue una serie de vestidos y tops "intreccio", confeccionados con tiras de lana de diez centímetros de ancho. Acompañados, como la mayoría de los looks, por gruesas botas obreras, con la cremallera de atrás abierta. Después vino otra serie de vestidos de cóctel de lentejuelas en forma de pañuelo, todos ellos magníficas propuestas de portada de revista.
Cuando FashionNetwork.com le preguntó sobre su obsesión por el trampantojo, Anderson respondió: "Lo he utilizado mucho tiempo en mi trabajo. Estoy obsesionado con los pintores que lo han empleado en el modernismo italiano. Siempre me ha gustado un poco de ilusionismo, esa doble interpretación, en este caso impresa en 3D para que ofrezca una profundidad de campo aún mayor".
Las cazadoras de aviador de seda Knubby, confeccionadas con grandes volúmenes a modo de vestidos cortos, también resultaron impresionantes en un desfile de ritmo rápido respaldado por pistas de trance como "Obsessed", de Sophie Powers & Grimes, o "Valentina", de Fred Again...
Su look final fue otro vestido de piel en el que se imprimieron extractos de un ensayo de Clive Bell sobre la civilización mesopotámica, aunque en realidad disertaba sobre si el arte y el diseño deberían ir juntos. Algo a lo que esta exposición respondía en cierto modo. Claro que deberían, y así fue el domingo en Billingsgate.
Simone Rocha: atractivamente satírica
Perlas, metros de satén, hectáreas de tul, gasa, cristal, bolsos en forma de pato, vaqueros gigantescos y muchos claveles fueron los elementos yuxtapuestos de la última gran colección de Simone Rocha.
En manos de un talento cualquiera, esto podría haber sido un desastre, pero Rocha es una diseñadora tan sutil que todo el conjunto encajaba con gran elegancia.
Este desfile, celebrado en el interior del Old Bailey, bajo frescos de Salomón y decenas de jueces famosos, con nombres como Sir Heneage Finch, Lord Canciller de Inglaterra, fue muy aplaudido por los doctos jueces de la moda: críticos, editores, compradores y el también diseñador Craig Green.
La habilidad de Simone con el drapeado dio lugar a una maravillosa trilogía en el pase final: lazos abullonados que se transformaban en vestidos asombrosamente diáfanos. Aunque Rocha siempre sabe cómo suavizar la grandeza con una pizca de punk irreverente, como vimos en las chaquetas con cortes que dejaban al descubierto sujetadores color carne.
Aunque la clave de la colección fue el clavel, en seda a modo de adorno, o en flores cosidas en el interior de vestidos de malla color carne. Muy angelical y subversivo al mismo tiempo. Hasta llegar a una gran selección de calzado: una nueva colaboración con Crocs y una variedad de éxitos de ventas seguros que combinaban Crocs perforados y el amor de Simone por los cordones en contraste, la fantasía de cualquier "pearlie" londinense, y con grandes cristales.
Fue un desfile mixto, en el que los chicos también llevaban claveles dentro de chaquetas safari de tul rosa o en batas de gasa transparente que se llevaban por encima de bragas.
"Gritando, llorando, riendo, muriendo, flirteando", decía Rocha en su programa. Las modelos se paseaban coquetas en vestidos de seda hasta el suelo acuchillados en el lateral y confeccionados en un pecaminoso color rojo, o incluso en morado Clongowes Wood College. Satírico, escandaloso, pero siempre poético y, como siempre también, una de las razones más importantes por las que acudir a la Semana de la Moda de Londres. Rocha vuelve a triunfar.
Erdem: Erdem: el renacimiento de Radclyffe Hall
Erdem Moralıoğlu completó su trilogía esta temporada. Es su tercera colección inspirada en una mujer singularmente visionaria, en este caso Radclyffe Hall, y volvió a presentarla en el Museo Británico.
Hall es famosa sobre todo por dos cosas, su novela semiautobiográfica "El pozo de la soledad" y su estilo de vida, como lesbiana muy pública en los años veinte.
Publicada en 1928, "El pozo de la soledad" (al igual que "El amante de Lady Chatterley") estuvo prohibida hasta la década de 1950. Pero hoy en día, el estilo único de Hall, su obsesión por la sastrería de Savile Row y su colaboración con Una Troubridge han contribuido a hacer de esta una gran colección.
Hace un año, Erdem se inspiró en Deborah Mitford, la temporada pasada en Maria Callas. "Esta es la tercera entrega", explicaba Erdem, que calificó "El pozo de la soledad" como una “biblia lésbica queer... Es el primer libro que describe una relación trans”.
Bautizada como Marguerite, Radclyffe se hacía llamar John, y esta colección trataba sobre el tira y afloja de lo masculino y lo femenino.
Para ello, Erdem recuperó vestidos de los años veinte, los abrió y convirtió el resultado en serigrafías, que luego utilizó como rebordados sobre piezas planas de lino.
Creó formas de entreguerras de cintura caída para lograr una silueta recta y desgarbada. Siluetas que hacían referencia a Una, la pareja de Hall, muy femeninamente ataviada con vestidos tipo salto de cama de seda semitransparentes, bordados con cadenas y cristales, que dejaban entrever sujetadores negros.
Erdem utilizó incluso tela vaquera en looks doblados, teñida y blanqueada y vuelta a teñir para crear vestidos casi resplandecientes. Y envolvió a muchas de sus modelos en abrigos de seda, algunos acabados con el símbolo gay del clavel verde.
Mientras que la afición de Radclyffe por los trajes se recordaba con diseños cruzados de raya diplomática con un parche de algodón en el antebrazo izquierdo estampado con la portada original del libro prohibido.
En conjunto, fue una manera artificiosamente elegante de recordar a una gran escritora y a una persona que abrió camino, al igual que Erdem en esta colección.
Roksanda: la búsqueda de la elegancia
Ninguna diseñadora es tan refinada actualmente en Londres como Roksanda Ilinčić, que invitó a sus invitados al Space House, un nuevo edificio circular de oficinas que ofrece unas vistas fabulosas de la ciudad.
Al igual que el rascacielos, Roksanda se concentró en las formas esféricas, los volantes gigantescos y metros ondulantes de seda faille. Aunque tiene fama de ser una gran colorista, sus looks de apertura fueron trajes y abrigos monocromáticos cortados con grandeza, y abiertos a los lados.
Pocas personas son capaces de drapear una falda pañuelo tan bien como Roksanda, que creó versiones bellamente proporcionadas rematadas con blusas con mangas de murciélago.
Antes de pasar de golpe a vestidos de cóctel con estampados expresionistas abstractos o a abrigos de charol brillantes combinados con zapatos de plumas.
Atendiendo a la vista de los rascacielos (el Shard, la torre Razor o el conocido como rallador de queso), casi parecía un desfile neoyorquino, salvo por la banda sonora, un conjunto de cuerdas.
Desde que apareció por primera vez en el radar de la moda hace casi dos décadas, Roksanda se ha labrado un lugar único en la industria. Y esta colección mantiene el impulso.